Parir a Dalia

Pasarse de la semana 42

“Embarazada” se podía leer en la pantalla del test el 19 de abril de 2022. Sin pensarlo dos
veces, contacto con Laura y Ari para que me acompañen tal y como hicieron en mi anterior
embarazo (esto es otra historia pero hubo un dato importante: ese primer embarazo se alargó
hasta más allá de la semana 43 y finalmente di a luz en el hospital). No tardamos en reunirnos
y recuerdo bromear con ellas sobre la posibilidad de que este embarazo se prolongase
nuevamente hasta la semana 43. Pero eso no pasaría, ésta vez iría todo más rápido.
El tiempo pasaba y esa broma fue perdiendo toda su gracia. La semana 42, ese límite
infranqueable por el sistema, había llegado. Rechazo la maniobra de Hamilton que me ofrece
Laura y decido firmar los documentos en los que me informa de los riesgos que supone
continuar con el manejo expectante una vez pasada la semana 42 de embarazo. “Seguro que
en cualquier momento me activo “, pienso. Pero no es así, pasan los días y no siento nada.
Poco a poco el desasosiego se hace presente hasta invadir todo mi ser. Es muy frustrante no
saber qué pasa, por qué no me pongo de parto. Entonces, en la semana 42+5 acepto la
maniobra de Hamilton. Además y con el acompañamiento de Ariana, experimento otras
formas de inducción natural así como un duro pero importantísimo trabajo emocional (esto da
para otro relato).
Al día siguiente me derrumbo, sigo sin notar nada diferente, no puedo parar de llorar, no sé
qué hacer, no quiero volver al hospital pasadísima de fecha para someterme a una inducción y
quizá a una cesárea y, por supuesto, no podían faltar los juicios de valor. Y añadido a todo
esto, no quiero separarme de mi otra hija, Violeta.
Llamo a Laura, estoy muy triste y asustada. Me reúno con ella y de repente se detiene el
tiempo y me regala las palabras más alentadoras que podía escuchar.
Después de esa charla, mucho más tranquila y con la decisión tomada de irme a parir al
hospital, preparo con mucho mimo la bolsa que llevaré conmigo para recibir a mi bebé.
Pero de pronto empiezo a sentir contracciones intensas, diferentes, cada vez más frecuentes.
¿Serán contracciones de parto? Decido que todavía no es momento de ir al hospital, quiero
vivir esto en mi casa, quiero alargarlo el mayor tiempo posible, deseo esas contracciones,
deseo que no paren, que no pase mucho tiempo entre una y otra.
Cada vez son más fuertes, me duele horrores pero a la vez las deseo y disfruto como nunca.
Me siento muy feliz pero no quiero celebrarlo antes de tiempo; me dejo llevar, aquí y ahora,
paso a paso, sin expectativas.
Laura y Ari están conmigo todo el tiempo. También estoy acompañada por mi pareja y nuestra
chica mayor. Violeta, por primera vez, duerme fuera de casa, pero está en muy buenas manos.
Pasan dos días y dos noches con una dinámica muy prometedora. Y a la tercera noche, la del
11 de enero a las 3:33h asoma Dalia. Nace perfectamente en casa en la semana 43+1.
Tras comprobar que todo está bien, Laura y Ari se marchan y yo me quedo en mi casa, en mi
cama, alimentando a mi bebé por primera vez desde el otro lado de la piel.
Todavía no he encontrado las palabras perfectas para agradecer a Laura y Ari su excelente
trato a pesar de lo pedregoso que fue el camino. Un huequito para ellas siempre en mi
corazón.

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