Parto de Naia

Fiel a mis ritmos, he necesitado más de tres meses para sentarme a escribir el relato de mi parto. Bueno sentarme no, porque lo hago tumbada junto a mi hija mientras se duerme al pecho.  

Me muevo despacio, como despacio, digiero despacio… Desde que nací.  A mi madre le provocaron el parto porque se pasó de la fecha en que cumplía.  Siempre me han dicho que fui un bebé tranquilo, y la misma imagen tengo de mi infancia y mi adolescencia.  Todos mis procesos necesitan tiempo y mimo para desplegarse, también mi sexualidad.  ¿Qué podíamos esperar de mi embarazo y mi parto? 

Tardamos año y medio en concebir a Naia.  Mi cuerpo y mi mente se fueron preparando poco a poco hasta que por fin estuvieron listos para acogerla.  El embarazo fue plácido; desde el principio y en todo momento tuve la clara sensación de que todo estaba bien.

El último trimestre fue el más difícil.  Una mudanza no deseada, estresante.  Mucho calor.  Unos picores en la piel que no me dejaban dormir.   A pesar de la incomodidad, nunca llegué a sentir esas ganas de que la niña saliera para que eso acabara.  Mi niña y yo estábamos a gusto y no teníamos ninguna prisa.  Pero llegó la semana 41.  

El día que terminaba la semana 40 rompí la bolsa y tuve pequeñas pérdidas de líquido amniótico. Ahí empezó la espera de verdad, la expectación iba en aumento día tras día, y los nervios también.  Decidimos no ir a monitores para evitar que nos provocaran el parto.  Algunas noches tenía algunas contracciones pero paraban enseguida.  Pasaban los días y no me ponía de parto. Yo estaba expectante y con muchas ganas de ver la carita a mi pequeña, pero quería respetar sus tiempos y sabía que todo estaba bien.  Las visitas de Laura y Ariana me ayudaban a valorar la situación: ¿qué estaba pasando? ¿Era Naia que no estaba preparada para nacer? ¿Necesitaba madurar un poco más? ¿O había algo que nos estaba bloqueando? Le di muchas vueltas a mis miedos, revisé mi historia personal, mi relación con mi madre, mis mecanismos de defensa habituales…. Uno de los desafíos de esos días fue terminar de soltar el control, entregarme del todo a mi cuerpo y a la vida tal como quisiera desplegarse.  Sin embargo nunca sabré qué pasó exactamente, quizá ese trabajo fue insuficiente, y hubo algo inconsciente que paralizó el proceso, o quizá simplemente Naia no estaba lista.  

Mientras, el papá estaba ya muy inquieto.  Casi una semana con la bolsa rota y a las puertas de la semana 42, estábamos ya desafiando todos los protocolos hospitalarios.  Así que decidimos empezar por la inducción natural en casa que nos ofreció Laura.  Yo quería intentar todo lo que estuviera en mi mano para darle a mi hija un nacimiento lo más natural y respetuoso posible.  Después de una intensa jornada haciendo la inducción, nos acostamos los cuatro esa noche esperando que en algún momento de la madrugada empezaran las contracciones. Pero tampoco.  A las 7 y algo de la mañana abrí los ojos y aluciné. Y, entonces sí, me preocupé.  Porque si eso no había funcionado solo me quedaban dos opciones: seguir esperando contra todo protocolo médico o la inducción química en el hospital.  No quisimos tirar más de la cuerda, no nos atrevimos a esperar más.  El papá estaba ya muy nervioso y yo tenía dudas.  Seguía sintiendo que la niña y yo estábamos bien, pero ¿y si mi intuición fallaba? ¿Sería capaz de sostener la culpa si algo salía mal?  Así que tomamos la decisión que en ese momento, tal como estábamos, podíamos tomar.  El día que empezaba la semana 42 fuimos al hospital.  Yo SABIA que la inducción química tampoco iba a funcionar, y que Naia iba a nacer por cesárea, y fui para allá en un estado de resignación (quizá indefensión?) que me impidió meterme en mi parto.  En todo momento lo viví como algo que me estaban haciendo, no como algo que estaba haciendo yo.  Así que como una especie de profecía autocumplida, tras 8 horas con oxitocina a dosis crecientes, epidural, tumbada en la camilla monitorizada casi todo el tiempo, agotada, el corazoncito de Naia empezó a hacer cosas raras.  La ginecóloga espero todo lo que pudo para ver si la niña se recuperaba, pero no, enseguida se preocupó de verdad y tuvimos que ir al quirófano a toda prisa.  Cuando vi a todos correr a mi alrededor me asusté, pero en ningún momento llegué a temer por Naia ni por mi. Sabía que íbamos a estar bien, al menos físicamente.  En ese momento fue más miedo a lo desconocido, frustración, tristeza, sensación de fracaso…  La intervención fue rapidísima pero horrible.  Sentí cómo tiraban brutalmente de la pequeña para arrancármela.  Así es como yo lo viví: yo no di a luz, a mi me arrancaron a mi pequeña.  En esos instantes tan duros agradecí infinito el apoyo de la anestesista, que se quedó junto a mi, me iba contando lo que iban haciendo los médicos durante la cesárea y con la niña una vez nació, y me dio aliento.  Hasta que me enseñaron a mi niña y me la pusieron en el pecho pasaron unos minutos eternos.  No sé por cuantas manos pasó mi hija antes de que yo la pudiera tocar.  Muchas: ginecóloga, pediatra, varias enfermeras, su papá…  Saber que Naia estaba con su padre me consoló mucho durante la hora que estuve en la sala de recuperación.  Después de ese tiempo por fin me la trajeron y me la pusieron al pecho.  Lo cierto es que no recuerdo lo que sentí, pero desde luego no fue ese subidón que describen algunas mujeres.  Fue más alivio, como si nos reencontrásemos después de una separación forzosa. 

El recuerdo que tengo de las horas y días posteriores no es nítido.  La sensación que recuerdo es la misma que la del parto, como si yo no fuera agente, sino paciente.  Fue difícil reencontrarme con mi hija en mi estado: agotada, convaleciente, con una fuerte anemia, hipotensa, apenas me podía mover con autonomía…  Me doy pena cuando me veo en las fotos de esos días.  Los primeros pañales no se los pude cambiar yo, los primeros paseos y arrullos no se los pude dar yo…  En medio del duelo por el parto que había deseado, la lactancia fue el asidero del que se agarró y salvó mi capacidad como madre.  Por eso la luché tanto. 

En todo este viaje me sentí muy acompañada por Laura y Ariana, a las que estaré siempre agradecida. 

La aventura de ser padre

Y como ha sido la aventura? por resumir, maravillosa. soy afortunado de haber formado una familia con la persona que más quiero del mundo y de que se haya unido a nosotros una personilla increible!

Todo comenzó cuando esa sensación de querer emprender esta aventura va cobrando fuerza dentro de nosotros, empieza de repente y va ocupando todas las prioridades de desarrollo personal, se vencen parte de los miedos poco a poco y por fin te lanzas… y comienza la aventura, llena de obstáculos, de callejones sin salidas, de decisiones, de dudas, de decepciones e incluso tensiones… sobre esto podría escribir 100 relatos pero me parece más interesante una vez que todo comenzó! mediados de enero y llegó el notición antes de ir al cine…

Superada la alegría, la euforia, el chute de adrenalina, el colocón de endorfinas o como se llame, las celebraciones, las confidencias, los repasos de todo lo vivido hasta el momento, comienzas a darte cuenta de que nadie ha compartido contigo en profundidad esto, todos aquellos que te animaban, incluso te agobiaban con las típicas frases viejunas, nadie te había contado nada de lo que era realmente convertirse en padre, salvo los típicos clichés clásicos. parece una conspiración social, nadie te cuenta nada, no te entrenen esas habilidades, ni si quiera te informan despues de casi 20 años de formación académica. 

¿Por qué sólo se comparten los tópicos y las cosas complicadas que siempre acaban en un “pero merecerá la pena porque la gente repite”… ¿por qué no se comparte algo que es lo más importante que alguien puede hacer? menos mal que yo contaba con Lucía, genial, generosa, dedicada y como siempre, aunque no tenía tampoco ninguna experiencia, si que compartía conmigo un montón de información sobre el camino que aunque fuese teórica, al menos las situaciones no me llegaban tan de imprevisto. gracias!!!!

Y como continué el camino? pues siguiendo con la conspiración… en nuestro caso, mi mujer lo tenía claro, quería hacer esta aventura por una senda diferente, la del parto en casa, con todo lo que ello conlleva… como siempre salirse del camino marcado nunca es fácil, y a mí me llenó de temor los primeros días. yo siempre he confiado, confío y confiaré en Lucía al 100%, así que decidí apoyarla pese a mis miedos a lo desconocido, a las opciones minoritarias. Y Lucía me llevó a conocer a dos personas que nos ayudaron y que sin ellas (las tres) no creo hubiera sido capaz de completar la aventura. laura y ariana.

Desde el primer día conectamos, más Lucía, ya que compartía visiones básicas y muy importantes de cómo quería que fuese ese camino, eran mujeres, madres y en verdad ellas viven este camino a años luz de nosotros por motivos evidentes.

Parecía que ya estaba todo hecho y que sólo quedaba esperar y vivir con las incomodidades que sufre una embarazada… madre mía, otra vez la conspiración apareció… comenzó la fase de información, sale mi lado cuadriculado cuando entro en pánico y veo que la situación no depende de mí para nada…. ahora entiendo que hasta este entrenamiento será fundamental para el resto del camino….en esto de ser padre se aprende desde el minuto cero…. y comenzaron los datos, las temeridades y barbaries de los hospitales, las inducciones, las maniobras prohibidas, y demás…. y la duda asalta aunque no quieras… una cosa no puede ser tan bonita y otra tan mala…. pero gracias a Lucía, laura y ariana las dudas se fueron disipando hasta el final…

Y llegó la semana 40, 41, 41 y final… ahora miro atrás y estoy orgulloso de la experiencia vivida aunque aprendí a reconocer en mí una sensación de miedo y fé, de sí por tí, porque te veo capaz, de confianza plena que jamás había sentido y que ahora me va a ayudar a ser el mejor padre que pueda ser.

Y al final no pudo ser en casa… pero fue algo increible. cuando te hablan del amor por un hijo yo lo entendí de golpe ese día. como alguien es capaz de dar todo, el cuerpo y el alma por lo que más se quiere. y no pudo ser, pero ese amor se quedó en todos, en Lucía en naia y en mí…. si alguien es capaz de hacer todo lo que hizo sin haberse visto las caras, la sonrisa, el resto será complicado pero saldrá adelante.

Al día siguiente tuvimos que tomar otra decisión difícil pero ya era momento de conocer a naia! yo no cabía en mí, y quería ya lo mejor para las dos, y estar juntos los tres. 

Y pasó, aquel 16 de octubre del año pasado nos encontramos, no en las mejor situación pero rebosantes de amor… otra vez todo disparado, hormonas, sensaciones, no existe el cansancio, otra vez entiendes que significa el amor.

Y otra vez eso pasa y comienza la vida “rutinaria” y vuelve a invadirte la sensación de que por qué nadie te ha contado nada de cómo es… sé que cada familia es un mundo y cada cual vive las cosas a su manera, pero ahora a la aventura se ha sumado una personilla que requiere de sus padres para todo… y la aventura se complica, y Lucía ya no está al 100%, tiene que recuperarse de una operación, tiene que aprender a alimentar a nuestra hija, tiene que lidiar con el arreón social, los mensajes… y a mí me invade una sensación de que soy imprescindible… me han informado de cual es mi rol, y creo que hasta lo hago bastante bien.

Pero nada es infinito y los meses pasan, Lucía se recupera, supera la lactancia con mucho mérito, como todo lo que hace en esta vida, y el tandem se hace fuerte… y yo lo noto… y otra vez echas en falta esa falta de prevención, y te sientes un poco solo… con tu cometido, pero solo.  además del coñazo social, de macho alfa que todavía persiste de que “bien, tú a trabajar y los líos del bebé para las mujeres”…. yo alucino, pero como no me compensa me callo y omito el tema… si cuidar al bebe es lo mejor del mundo! ya es lo mejor del mundo ver esa sonrisa cuando te ve aparecer (mucho menos que cuando aparece mama), verle descubrir, verla evolucionar cada día, ver a Lucía ser mamá… todo es un alucine!!!

Me ha costado mucho sentarme a escribir esto, porque me remueve, y como he dicho, a veces me invade la sensación de estar solo, de tener que cumplir con muchas expectativas, de dentro de mi entorno y de fuera, cuando es tan evidente que es lo importante.

A veces me gustaría poder dar una charla a los futuras papás, porque en todo esta primera parte del camino, creo que me ha faltado también una visión con sentido de la parte masculina. quizá si mi padre hubiera estado la hubiera tenido, aunque por dentro creo que no porque si yo soy cuadriculado… pero nunca lo sabré…. sólo sé lo mucho que he hablado con él hasta este momento y lo seguiré haciendo.

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