Parto en casa con dos cesáreas y diabetes

Nuria me llamó hace varios años. Lo primero que me dijo es que era diabética insulino-dependiente y me preguntó si la atendía. Le dije que sí. Acababa de pasar su primera cesárea y quería parir a su segundo bebé vaginalmente. Era consciente de la dificultad de su reto en el hospital y buscó lograrlo en casa. 

Le dije que debía venir a Zaragoza, yo no me podía desplazar a su ciudad en aquel momento y además estaba muy lejos de mí. 

Finalmente encontró acompañamiento y no se vino, ya no supe más de ella hasta casi un año después. Me llamó para contarme que había acabado en una segunda cesárea, estaba muy triste y quería intentarlo de nuevo si lograba otro embarazo. En aquel momento estaba en pleno posparto y le dije que volviese a llamarme si eso sucedía. 

No me olvidaba de ella cuando volvió a contactar conmigo. De nuevo le dije que la acompañaba pero debía desplazarse a Zaragoza. Ésta vez era aún más difícil, tenía ya dos hijos muy pequeños y tenían que venirse todos desde la semana 37. 

Decidió que se lanzaba y me rogaba para que no la dejara tirada en el último momento. No pensaba hacerlo la verdad, pero se me hizo extraña esa petición. La búsqueda de piso fue todo un reto ya que en nuestra casa de partos no cabían y les pasó de todo buscando otro alojamiento. 

Nuria estaba convencida de parir en el agua, le dijimos que era imposible porque en el piso que tenían de alquiler sólo había un termo y no daría para una piscina de partos (necesita 300 litros de agua caliente). Pero ella necesitaba saber que no se lo prohibíamos como siempre sucedía hasta en el hospital más respetuoso. Parir en el agua sólo era para mujeres de bajo riesgo. 

Debo decir que no sólo me fascinan los retos, sino que me tocan la patata las mujeres de alto riesgo. Son desahuciadas para lo más básico de la atención obstétrica. Se las respeta mucho menos que a las mujeres de bajo riesgo y siempre o casi siempre acaban con un montón de intervenciones y de control que no necesitaban. Y siempre siempre, juega en su contra. 

Yo preparé a Nuria sobre todo para acabar en el hospital, era muy probable un traslado y así se lo hice saber. Trajo toda su historia clínica, se hizo alguna prueba en Zaragoza, llevó control con una ginecóloga respetuosa y seguí acompañándola teniendo en cuenta todas las posibilidades que podían suceder. 

Pero en realidad Nuria sólo veía el parto en casa, no como un capricho, sino como su única posibilidad. Ella confiaba en que era la única manera de poder tener un parto vaginal. Y además, soñaba a lo grande, no sólo quería la piscina sino que también quiso que viniese una fotógrafa profesional. 

Yo al principio pensé que desear tantas cosas nos iba a salir rana y luego me di cuenta que necesitaba que le concediéramos todo. 

Ella dejó que viniera una matrona de prácticas de parto en casa. Y le hizo el regalo de verla parir. 

Un endocrino le había dicho que en el parto debía cambiarse la pauta de insulina ya que el parto era como un ejercicio anaeróbico. Así que siguió sus consejos y al comienzo del parto, cuando ya las contracciones eran muy activas, la pauta estaba cambiada. De pronto le dieron varias bajadas fuertes de glucosa (ella llevaba puesta una bomba de insulina y de control glucémico que me enseñó a manejar para cuando ella no pudiese) y tuvo que tomarse varios azucarillos seguidos. Aquella montaña rusa hizo que el parto se frenase de golpe. Así que me acerqué y le dije: Nuria, tú te conoces mejor que ese endocrino, sigue tu pauta normal y si tu glucemia basal cambia, ya cambiaremos la pauta cuando sea necesario. La mandé dormir y me acosté a su lado en un colchón mientras ella quería estar en el sofá. Sus hijos y su marido dormían. 

Me preocupaba que el parto ya no se desencadenase. Pero no, una hora y media después, las contracciones comenzaron a ser muy seguidas e intensas y en ese momento decidí avisar a la matrona de prácticas. Cuando llegó, la coloqué en un lugar donde Nuria no se diese cuenta de que estaba, sentía que podía perturbarse su parto con lo más mínimo. Pero conforme pasaron las horas, empecé a darme cuenta que todo fluía de maravilla, con una fuerza y un poder magníficos y que nada iba a parar aquello. 

De pronto se levantó del sofá y nos dijo que necesitaba colgarse, ella misma tenía un rebozo que había preparado para colocar en una puerta. Y así, fue pasando las contracciones colgada del rebozo en medio del pasillo.

Decidí avisar a Estefanía (la fotógrafa) y Noelia (la matrona de prácticas) entró en el salón para ser vista. Cuando Estefanía llegó, Nuria empezó a rozar el punto límite justo antes del expulsivo, se colgó de mi cuello y empezó a gritar: me muero!

Y sin miedo, le contesté: no te vas a morir, estás pariendo a tu hija y lo estás haciendo de maravilla. Disfruta de la fuerza de tu cuerpo, créetelo.

De pronto empezó a empujar y en pocas contracciones su bebé comenzó a coronar, se nos saltaban las lágrimas a todas las presentes. Su marido la sujetaba con fuerza y ella se colocó instintivamente en cuclillas que era como se sentía más cómoda. Su hija nació en un parto VELADO, y ella misma la recogió. 

No puedo describir su cara ni toda la emoción que sentíamos en aquel salón. Sólo sé que fue un lujo y un regalo verla parir. Fue de los partos más fáciles que he asistido en mi vida. No hay como dejar a las mujeres parir en paz. 

Debo añadir, que todo esto no hubiera sido posible sin todo el trabajo titánico que ella llevaba haciendo durante años, no sólo en la búsqueda de profesionales que respetaran su parto, sino en el autocuidado de su salud, el control exhaustivo de sus glucemias, sus buenos hábitos y la cantidad ingente de información que recopiló para llegar hasta hoy y lograr su parto soñado. Además de todo el apoyo que le dio su pareja, que también creo que es clave para tener éxito. Fue un resultado más que merecido.

Gracias Nuria, por confiar en mí, pero sobre todo, por confiar en ti misma. 

*Y también gracias a Estefanía Abad por tantísimo talento puesto a nuestro servicio para poder capturar semejante hazaña. 

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